Pareciera un dogma que la ciencia, a pesar de estar lejos de encontrar teorías que concilien otras teorías dentro de ella hasta ahora divergentes, vendría a comportarse como el saber que todo lo abarca y explica, de manera que lo que antes era “palabra de Dios” hoy día se ha transmutado en “palabra de la ciencia”. Incluso cuando alguna nos quiere contar algo, a primera vista poco común, comienzan explicando que “se lo oyó hablar a un científico o a no se quien del MIT” como si esa justificación, esa palabra del dios-ciencia ya bastara para no dudar de lo que a continuación van a exponer.
Hemos convertido a la ciencia en el nuevo Dios al cual alabamos y rendimos culto. Y es que las humanas cambiamos de Dios según los pareceres de los poderosos. Como antes tenían poder los reyes por mediación divina, hoy esos poderes se concentran en las grandes industrias del capitalismo que obran por la gracia de lo que el dios-ciencia les dicta en pos de una mayor eficiencia -económica para unos pocos, faltaría añadir-.
Pero como todo tirano, el dios-ciencia marca sus directrices al son de tambores que siguen moviendo esclavas, no ya al ritmo de un rey visible e incluso guillotinable sino al de una élite cada vez más oculta -el secreto bancario de los paraísos fiscales les protege- que sigue robando la vida a un medio de producción que se reproduce a pasos agigantados y que resultó ser la mayor fuente de energía para mantener con vida al sistema: las humanas, que como en matrix, a través de cables se les extraía electricidad y a la vez se les alimentaba el cerebro con una forma de vida “estándar”, la versión 3.0 de matrix, lo que se correspondería con el trabajo actual de los medios y las redes sociales corporativas. Como por ahora quienes dominan no son máquinas sedientas de electricidad, para esta élite producimos y reproducimos toda una demente forma de vida alienada que genera un enorme desequilibrio al entorno en el que nos movemos, es decir, al planeta tierra, a la naturaleza y entre ellas la humana.
La forma más sutil de dominación de las humanas por el poder es la que vivimos en este sistema operativo que es nuestra cultura capitalista v4.0. Una suerte de tecnología “contactless” en la que interactuamos y nos relacionamos sin tocarnos y en la que la mayor parte de nuestro “conocimiento” lo adquirimos de la manipulada enciclopedia en que las grandes corporaciones han convertido a la internet (la wikipedia al lado de la capacidad de manipulación de estas corporaciones, palidece).
La ciencia está tan al servicio del capitalismo que ni siquiera se preocupa por la principal enfermedad del planeta: la riqueza. No es la pobreza la causa de problema alguno sino la riqueza: la pobreza es tan sólo consecuencia de la riqueza, de la acumulación sin fin de unos pocos del trabajo de la naturaleza, la humana incluida. Si unos pocos no tuvieran los medios -violentos- para poder acumular riqueza a costa del trabajo de una humanidad esclavizada, la pobreza desaparecería inmediatamente. Si de pronto todas despertásemos del sueño capitalista de la propiedad privada y nos diésemos cuenta que estamos alabando a un dios que garantiza la iniquidad permanente, el dios-propiedad-privada, en ese momento la pobreza desaparecería.
La ciencia no deja de descubrir curas para todas las enfermedades que sufren los países desarrollados que es donde vive un 20% de la población total pero la que consume el 80% de los recursos. Curiosamente, los rankings de los países con mayores índices de casos de cáncer son todos países claramente “ricos”: Dinamarca, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda, Bélgica, Francia, Estados Unidos, Noruega o Canadá (https://www.theguardian.com/news/datablog/2011/jan/24/worldwide-cancer-rates-uk-rate-drops). Posiblemente los países menos “ricos” no aparezcan porque la ciencia no invierte siquiera en su diagnóstico. Aunque también es posible que en muchas formas de vida no-occidentales, la incidencia de estas enfermedades sea menor.
Si realmente la ciencia es considerada hoy día una deidad, claramente es una deidad mezquina al servicio de los grandes capitales -como todas las deidades- y sin ética alguna. Se podría afirmar sin rubor que “la ciencia no está hecha para el hocico de las pobres”.
Yo, la verdad, no necesito que la ciencia me demuestre que Dios existe; no necesito que nadie me explique por qué el sol sale todas las mañanas o por qué estoy vivo en este preciso momento. No es imprescindible conocer mucho para disfrutar el vivir cada día. Todas podemos cruzarnos con alguien que no conocemos y conectar. Y cuando estamos conectadas, la vida es un éxtasis, no importa el lugar ni la hora.