Siguiendo con mi obsesión por alejarme de cualquier -ismo, voy a explicar en dos palabras qué es la “Anarquía” (que no el “anarquismo”): “an-” significa “negación de” o “ausencia de”, mientras que “arquía” significa “jerarquía”, “poder” o “mandato”.
Para que quede ya claro, “Anarquía” no significa “ausencia de orden”. O al menos no en el sentido originario de “orden”, que viene a significar en la naturaleza “disposición” (se podría decir que la naturaleza es anárquica, no porque no exista el orden -que lo hay- sino porque tal orden no se puede decir quién lo ha impuesto -además de ser dinámico-). Las que adoramos el principio de la anarquía no renunciamos al orden “natural” sino al orden impuesto por el poder -por las humanas que lo detentan, concretamente-.
Las anárquicas, básicamente, rechazamos la autoridad. Pero sin olvidarnos que existe otra acepción de “autoridad” que es el adjetivo de aquellas personas que son doctas, que “son autoridad en una determinada materia”. Nosotras respetamos esa autoridad porque es recibida voluntariamente, no impuesta.
Por esos motivos, no nos gusta la policía ni las fuerzas del “orden”, porque no respetamos, porque negamos ese “orden”: el “orden vertical”. Pero creemos en el “orden horizontal” que se llama “organización”: un orden no impuesto sino “natural”. Un orden que lamentablemente practicamos poco ya que toda nuestra educación constituye los pilares sobre los que se asienta el “orden vertical”.
Aquellas que piensan que las Anárquicas no nos organizamos, tendrían que valorar en qué grado se involucran ellas en la organización de la sociedad en que viven o si por el contrario tan sólo aceptan el orden impuesto o piensan que votando cambian algo ¿Algo de qué? ¿De las opciones de mierda que te dan a elegir? Que te den a elegir entre 10 marcas de atún en conserva todas ellas de pésima calidad (por no hablar de su impacto ecológico) no es sinónimo de libertad sino de “posibilidad de elegir” sin poder sentirte responsable de tu elección, lo cual no es libertad. Yo preferiría tener 1 buena y sostenible que 10 malas, aunque no pudiese elegir. Al final, lo más importante no es poder elegir, eso es un meme del capitalismo.
Las Anárquicas nos organizamos muy por encima de lo que lo hace la media; eso sí, de forma horizontal: practicamos el asamblearismo, fomentamos la participación, transmitimos conocimientos y cultura y creemos en la economía del don (valga el oxímoron) por encima de todo porque sabemos que cuando todas damos, la abundancia es suprema. Se podría decir que la auto-organización es el principio activo más potente en contra del capitalismo, de su organización jerárquica y su afán destructivo. Un mundo en el que quepan todos los mundos posibles, es nuestra insignia.
Tampoco nos gustan las sumisas. Las respetaríamos si no fuera por su manía compulsiva por imponernos su forma de aceptar la vida a todas las demás. El único “pero” de las sumisas es que, en general, no soportan a las que no somos sumisas, nos detestan y algunas si pudieran nos eliminarían. Por lo demás, respetamos a aquellas que nos respetan.
La Anarquía existió durante la mayor parte del tiempo que las humanas existimos: para hacernos una idea, el Homo Sapiens aparece hace 200.000 años, la revolución agrícola hace 12.000 años y los primeros reyes e imperios, la escritura y el dinero hace 5.000 años. Hasta que la élite se dio cuenta de que, puestos a reventar todos los recursos naturales a su alcance, no había que olvidarse de uno de los más valiosos: las propias humanas. No por casualidad el principal producto que esa élite produce para satisfacer su locura del poder, se multiplica a pasos agigantados (en los lugares donde son explotados). Hasta que la naturaleza restablezca sabiamente su orden: no existimos desde el origen del universo ni llegaremos a ver el fin de este. Como todas las especies conocidas, un día nos extinguiremos y quizá todos estos signos revelen la causa de nuestra extinción que no fue más que la codicia. Un fallo en nuestro sistema neuronal.
Obviamente, a las Anárquicas no nos gusta el estado ya que este representa la consumación de ese orden vertical impuesto a través del uso monopólico de la violencia en el que unos pocos ejercen su poder sobre la mayoría para conseguir que la explotación y la opresión nunca desaparezca, cambie de forma, pero permanezca, maquillándola de política, democracia, instituciones (no olvidemos ver la definición de estas) y otras palabras en apariencia llenas de significado pero en el fondo vacías de contenido. No es que no nos gusten las carreteras, la sanidad, la educación o la justicia, sino que deberíamos de replantearnos qué bien nos hacen estos en la forma en que nos los dan y darnos cuenta que en realidad son una forma de subyugarnos y que todos esos conceptos no sólo no desaparecerían si no hubiera estado sino que sus significados cambiarían radicalmente para estar verdaderamente al servicio de todas.
Y por último decir que a las que nos denominamos Anárquicas, nos gusta la libertad y por eso algunas nos llaman libertarias. Y nos sentimos disconformes con el orden establecido puesto que con un poder opresor con todos los medios a su alcance -especialmente la violencia física-, es difícil practicar la libertad. Siempre quedan lugares y momentos, pero esta forma de vida en sociedad, no es más que una excusa para la imposición de la opresión. La sociedad no existe, es una abstracción. La vida somos nosotras mismas y quienes y cuanto nos rodea. Todo el resto de discursos sociales, científicos, morales o culturales no están más que al servicio de la jerarquía, del abuso de poder y de la aniquilación del planeta por parte de una élite, un 1% de las humanas que sin embargo poseen el 99% del poder, de manera que el 99% no podemos luchar -de la manera que espera el poder- contra este: sería un suicidio. Por suerte, las luchas y los campos de batalla son infinitos.
Otro mundo sería posible si viésemos con otros ojos la realidad. Pero el primer paso es ser conscientes.