Pulsiones

Dice la Wikipedia que una pulsión es un impulso psíquico característico de la especie humana que tiene su fuente en una excitación interna (un estado de tensión percibida como corporal) y que se dirige a un único fin preciso: suprimir o calmar ese estado de tensión.

Todas sentimos estas pulsiones continuamente en nuestras vidas y estas se reconfiguran para poder satisfacer tales impulsos. Ejemplos de pulsiones serían la pulsión sexual, la del conocimiento o saber o la de libertad.

En una entrevista que escuché por la radio, un tipo que debía de ser docto en la materia decía que viajar satisfacía nuestra pulsión de libertad, que el viaje era sinónimo de la vida y que una vida sin libertad es algo que difícilmente, alguien medianamente sano de la cabeza, elegiría. Es como el dolor: muchas veces dicen “que cada una deseamos cosas diferentes y que no hay elecciones que sean comunes a todas”; yo opino que el deseo de sufrir dolor es algo que pocas personas “sanas” quieran para ellas mismas (aunque lo hagamos) y por ende para las demás (ya que aquello que producimos, tarde o temprano nos afecta).

Me pregunto entonces cuando paseo por la ciudad turística que frecuento si tales turistas, dándole vueltas a un mapa, mirando los monumentos y la naturaleza a través de sus dispositivos digitales, comiendo alimentos absolutamente industriales que imitan a los tradicionales -o ni eso!-, con sus agendas atiborradas de actividades -algunas más de lo que tienen sus agendas laborales-, viendo sin mirar, creyendo aprender sin dialogar con la gente del lugar, siendo atendidos como lo que son, es decir, satisfactores de nuestras necesidades de dinero, … me preguntaba si estos turistas a través de eso que falsamente denominan “viaje”, satisfacen sus pulsiones de libertad. Si en algo se parecen el viaje a la vida es en que nada puede estar programado más que a riesgo de ser incumplido con una altísima probabilidad.

Después me vino a la cabeza la descabellada idea de intentar satisfacer nuestras pulsiones sexuales en la pareja hasta el punto de poseer al objeto, convirtiéndolo en cónyuge, para así “asegurarnos” tal satisfacción cada vez que el impulso aflore. Pero todas sabemos que esto no sólo no sucede en la gran mayoría de los casos sino que se termina convirtiendo en su principal obstáculo. Y es que la pulsión sexual va mucho más allá de lo que la inmensa mayoría de parejas (o el número que sea necesario para tal consumación) obtiene de su “contrato social” y tales impulsos, todas lo sabemos, surgen cuando surgen, con las personas más inesperadas y en las situaciones menos previsibles y lo que ocurre en las parejas es que -salvo contadas excepciones, que para todo las hay- la pulsión sexual reprimida o satisfecha a espaldas del “contrato”, termina por ser otro factor más de erosión de esa unión forzada, una unión impuesta para que la sociedad no deje nunca de practicar la sumisión de sus súbditos. La familia es el estado dentro de casa: si uno practica en casa tal grado de sumisión, de poder, de autoridad, la sumisión al estado le parece casi una minucia.

Y por terminar de exponer los ejemplos, no podemos dejar de hablar de cómo el sistema a través de los medios nos ofrece toda una gama de sucedáneos para la satisfacción de nuestros impulsos de conocimiento. Yo afirmo que todo cuanto dicen los medios es prácticamente mentira. Pero la gente se empeña en afirmar que existe UNA sola verdad y que es la que ellas, a través de los medios que creen haber elegido, han recibido en formato ya listo para comer. No es que lean el Boletín Oficial del Estado para saber cuánto se ha gastado en salud o educación (como si tal oficialismo fuese sinónimo de verdad). No. Directamente se descargan la información de unos medios que son de todo menos independientes, la mayoría de ellos o bien pagados por grandes corporaciones o directamente por el estado (la gran corporación) y cuyo único objetivo es el de servir de órgano de propaganda de tales corporaciones ¿O acaso somos tan ingenuas de pensar que los medios existen para liberarnos o para otorgarnos conocimiento? ¿Cómo hemos podido llegar a creer que los medios existen para otra cosa que no sea nuestro sometimiento? ¿Existe una forma más eficiente de moldearnos que a través de la información que nos suministran? ¿No es claro que si realmente adquiriésemos conocimientos, seríamos más libres? ¿Y cómo entonces podrían mantener a un pueblo sometido sino más que a base de información manipulada (“la guerra es la paz” que diría Orwell)?

Por tanto vivimos en un sistema que conoce muy bien nuestras pulsiones y que nos ofrece toda una retahíla de sucedáneos para satisfacer tales impulsos con el objetivo de mantener el orden: su orden.

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