-ismo. Parte 2

Según la Wikipedia, a fecha del 2 de febrero de 2020 y avisando desde el comienzo del artículo sobre las posibles controversias y la fata de referencias, dice así en la entrada sobre el “Veganismo”:

“El veganismo (del inglés veganism) es una postura ética que consiste en abstenerse del uso de productos y servicios de origen animal, ya sea para alimentación, vestimenta, medicamentos, cosméticos, transporte, experimentación, ayuda en el trabajo o entretenimiento, a excepción en este último caso de los animales de compañía.”

Si bien me es imposible estar en desacuerdo con los postulados fundamentales de este -ismo (como me pasa con casi todos), me cuesta sin embargo -como de costumbre- estar de acuerdo con muchas de sus prácticas más extendidas, al menos las que observo en mi entorno. Las “liturgias”, como me gusta llamarlas, que al final pareciesen medir el grado de adhesión a un determinado -ismo.

Tan sólo hay un detalle que yo añadiría para que -en mi opinión- fuese más coherente y completa la anterior definición: yo de lo que estoy -creo que absolutamente- en contra es de la explotación de los recursos naturales, sean animales, vegetales o minerales; porque si voy a dejar de explotar a los animales para terminar sobre-explotando al resto, no se si la cosa va a funcionar. Supongo que cualquier vegana me apoyaría. Aparte de que no les hacemos mucho bien a los animales si les destrozamos su medio natural, ¿No?

Si para dejar de comer vaca, desmontamos hectáreas y hectáreas de monte donde vivían animales y vegetales que habían conseguido llegar a un equilibrio tras largos tiempos sin intervención humana y tras pasar topadoras y todo tipo de maquinaria, plantamos soja que además ha sido modificada y apropiada por grandes corporaciones, fertilizada con sus químicos, tratada con sus pesticidas y convierten al suelo en un mero sustrato sin vida al servicio de la industria alimentaria,…. pues la verdad, antes de comer queso de soja yo prefiero comprarle el queso a mi vecina de el Salse con las cabras que que cuida su marido para a cambio sacarles un provecho, algo que todo ser vivo hace, porque no hay ni un sólo ser vivo que no se relacione con su entorno y saque algo de provecho de el. No veo nada inmoral en ello. La naturaleza es así y nosotras no somos la excepción. La cuestión, como siempre, es el grado.

Otro punto que siempre me chirría del veganismo es su “antropocentrismo”. Siento que las veganas tienen una visión un tanto jerárquica en el sentido Humanas > Animales > Vegetales > Minerales. Como si los humanos fuesen un paso más en la evolución de las especies y que el resto, como las monas o las delfinas, o incluso las formacioes rocosas -sí, algunas consideramos un ser vivo a toda la tierra, rocas incluídas- no nos alcanzan. Se quedaron atrás.

Y es cierto, en cabeza, ninguna nos alcanza. Por suerte. Yo me imagino a los animales hablando entre ellos y diciéndose: “estas humanas… bahhh!… No se qué se creen. Como si su cerebro fuese el sumum de la evolución ¿Acaso no tienen las mismas tareas que todas las seres vivas? ¿No tienen suficiente con alimentarse, cobijarse y reproducirse como para además generar todas esas movidas, artefactos y entretenimientos… monstruos? ¡Y encima, lo peor es que no nos dejan vivir a ninguna! Cada vez son más y ocupan más espacio y acaban con los recursos !Qué tontas! ¿No saben que están cavando su propia tumba? Pero qué van a saber, si viven en lugares donde no tienen el más mínimo contacto con la vida, con la madre naturaleza, donde no ven otra naturaleza que la humana. ¿Cómo van a saber?”

A lo que quería llegar es a que muestran gran rechazo al maltrato animal, pero no tanto al maltrato vegetal o de la tierra, algo que lamentablemente sucede en la industria alimentaria y que en las ciudades es prácticamente imposible sortear y mucho menos sin recursos. Y sorprendentemente, en lo que muchas no se muestran tan críticas es sobre el maltrato animal-humano. Pareciese que este animal-humano está al final de la cadena, por debajo de las piedras.

En realidad, lo que sucede es que todo -ismo, a poco que se rasque, siempre muestra sus contradicciones. Pero al -ismo, como al ego, es difícil desconectarlo. Nos termina arrastrando.

Sin embargo, lo que realmente me preocupa de todo -ismo es el aspecto anti-comunitario que inevitablemente entraña y que por lo general viene dado por sus liturgias. Todo -ismo se cree el -ismo elegido, y quienes lo profesan creen que a través de sus liturgias se salvarán, salvarán al planeta e irán a su cielismo. Por ello, si bien no podemos imponer nuestras ideas a otras, mucho menos debemos imponer nuestras liturgias. Y precisamente, en la liturgia del compartir la comida y los dones es donde veganas y no-veganas sienten diferencias, donde sus -ismos (egos) chocan.

Ningún -ismo, escuela o movimiento es palabra de Dios (recordemos que en nombre de Dios nos hemos matado desde hace siglos). El veganismo plantea una crítica severa a la explotación, en concreto a la animal, igual que lo hace el feminismo hacia la explotación del género femenino o el anarquismo sobre el poder de una élite y en contra de la jerarquía que estos establecen. Son simplemente diferentes frentes, luchas, herramientas que deberían de conducirnos hacia una mayor autonomía o soberanía y hacia una posible emancipación de esta forma de vida alienada en la que nos hemos criado. Pero como toda herramienta es un arma de doble filo, todo lo que te ayuda, te entorpece.

Por lo tanto, una cosa es ser inclusivo, es decir, que todas las liturgias sean respetadas y a ser posible contempladas y la otra es que un grupo haga coacción porque la suya piense que es la liturgia más inclusiva, en nombre de la razón, de una verdad única y universal… No existe nada absoluto, por eso los -ismos son el pez que se muerde la cola. Nos frenan en la evolución en la que está estancado el ser humano. Y ahí es donde debemos poner el centro de atención los colectivos para ser más críticos con los -ismos, con todos (con el tradicionalismo incluido).

Todo cambio comienza en una. Adentro. Está muy bien adherirse a corrientes emancipadoras que realmente generen equilibrio en nuestro medio, que generen armonía en la relación con nuestro entorno. Eso sería hacia donde tiende la ecología, de la que ahora tanto se habla. Todas las corrientes mueven las aguas pero a veces arrastran más de la cuenta. Encontrar ese fina línea es el trabajo que todas tenemos que hacer día tras día. O lo hacemos juntas, o no va a funcionar. Y compartir los placeres de la vida, es sencillamente bueno, sanador :-)

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