Serie Conceptos: La propiedad

Me doy cada vez más cuenta de que cuando hablo con personas, me es muy difícil en ocasiones aclararme puesto que los conceptos básicos o fundamentales de los temas que tocamos tienen su significado totalmente alterado. A partir de ahí, es difícil construir el más mínimo diálogo puesto que cuando hablamos del verde, unas ven violeta y otras azul.

Por ello me dispongo a ir desglosando uno a uno algunos conceptos que me parece que hoy están del todo desprovistos del significado original en pos de la conveniencia del mercado, dios que guía nuestros pasos en esta realidad que nos ha tocado vivir.

Empiezo por el concepto de la propiedad privada, aunque el orden no alterará el fin que me propongo.


Todo el orden -vertical- mundial viene a sostener la idea, puesta en práctica sólo por una minoría -los propietarios-, de la propiedad privada.

Como cuando nombras el palabro en una conversación con amigues siempre sale alguien que te dice “oye, entonces, si tu no crees en la propiedad privada ¿Qué te parecería si alguien viene aquí ahora y dice que se queda a vivir en tu casa?, que tu puedes no creer pero él si cree y además “la ley” lo apoyaría”.

No es esta una cuestión de creencias, ya que no voy a dejar mi hogar así por que así, sin resistir y luchar si es necesario. Es una cuestión de que si yo no tengo un “título de propiedad” y el otro sí, aunque yo esté poseyendo mi casa, es decir, usándola, la ley le daría la razón y las fuerzas del orden -vertical- me sacarían a palos de mi hogar.

En realidad, cuando me refiero a mi casa, a mi terruño, a aquel lugar que habito y trabajo, me estoy refiriendo a mi “posesión” y no a mi “propiedad”. Algunas pensarán que son palabras sinónimas pero no lo son. Para aclararlas de forma sencilla se puede decir que se poseer sólo aquello que se usa pero se puede ser propietario de aquello que no se usa. Es decir, si yo no uso un terreno, no soy su poseedor, más allá de que sea o no su propietario. Es como los amantes, se poseen mientras se aman. Si viven separados y no se aman ni se relacionan, por muy casados que estén -por muy propietarias que sean del otre-, no se poseen.

Sin embargo, la propiedad es otra cosa. No se demuestra con el uso sino con un contrato, una abstracción que sólo las humanas pueden realizar. Un grupo de monos jamás entenderían este concepto: llega un mono a otra región diferente a la suya y va y les dice a los monos de ese lugar que ese platanero es suyo y que nadie puede comer de el. El resto de monos lo mirarían con cara de sí mismos y comenzarían a saltar y gritar diciendo “¿Este tarado? ¿Qué está diciendo? ¡Dice que tiene un papel que demuestra que ese bananero es suyo!”. Obvio que cuando se marche el mono que dice ser propietario, nadie va a obedecer su petición ya que la propiedad es un concepto que ningún ser de la creación, salvo las humanas, posee. El resto de seres poseen espacios, a otros seres, alimento, … mientras viven y los usan. Pero no pueden entender que alguien vaya a reclamar algo que nadie usa. Ni se pueden apropiar de algo que no poseen. Sencillamente, la propiedad es un subproducto de nuestra mente humana, un producto diseñado para explotar a toda la naturaleza, entre ella, la humana.

Las humanes, en realidad, no es que tengamos una capacidad superior que al resto de seres para poder apropiarnos de algo si no fuera por el uso de la violencia y/o la coacción. Imaginemos que 2 personas llegan al mismo prado deshabitado y cada una dice que es suyo. Si ninguna tiene potestad alguna sobre tal prado ya que antes no lo habían usado ¿Hacia quién dirimirá la disputa? Pues muy sencillo, al que mayor violencia ejerza. La otra opción que les queda es mentirle al otro, decirle que va a estar muy desagusto porque hay un cementerio de animales justo debajo y eso para un vegano puede generarle un serio problema emocional, bla bla bla… Y tras muchas peroratas, al final de tanta coacción, una de las partes desiste. No hay otra: o violencia o coacción -que no deja de ser otra forma de violencia, pero psicológica-.

Por lo tanto, la propiedad permite milagros como que unos pocos humanos se apropien de la vasta extensión del planeta mientras que la inmensa mayoría tienen que pagarle a estos por usar su propiedad para poder obtener recursos que les permitan vivir. Y todo por arte de magia, de magia negra. Alguna se preguntará ¿Pero no hace falta entonces usar la violencia o la coacción? ¿Cómo han conseguido tal propósito los poderosos? Pues a través de un recurso más que lleva implícitas la violencia y la coacción: la educación en las leyes. Estas son un “pacto” entre los violentos y las que deseamos no serlo, una especie de culto, de adoración que nos enseñan desde pequeñas, que forma parte de nuestra más básica programación para que no sean necesarias ya tareas tan agotadoras como la violencia o la coacción. Es un credo que repetimos antes de vernos tentadas a acabar con quienes detentan el poder y dispara en nuestro cerebro sustancias químicas que nos paralizan a ultrajar la propiedad privada, a recuperar la posesión de lo que no es de nadie, como la tierra, que no es más que de quien la trabaja.

La frase “la propiedad es un timo, un robo” viene a reflejar perfectamente el asunto. Un robo es un acto que se realiza con violencia -un hurto es cuando alguien se apropia de algo ajeno sin violencia, por un descuido u olvido-.

En conclusión, todo el estado de las leyes, el derecho y toda esa basura, no son más que la manifestación velada de un robo, de un acto de violencia y/o coacción reiterados hasta el hastío que nos programa para rechazar la tentación de poseer la propiedad de algún iluminado que no la está usando. Nada puede cambiar mientras que el sistema legal lo sigamos teniendo marcado a fuego a nuestras espaldas desde que nacemos por la educación recibida.

Paradójicamente nos enseñan (educan, adoctrinan, embuten) que las leyes son la salvación del pueblo, la herramienta para que reine la paz ¡Nada más lejos de la realidad! Son precisamente el arma de los poderosos para que el pueblo no tenga la más mínima posibilidad de emancipación. No podrá haber paz mientras existan las leyes que sostengan la propiedad privada y todo el aparato legal está construido con esa premisa en su punto más alto. Todo sistema legal que sostenga la propiedad privada, jamás puede ser justo puesto que permite el atropello y el robo de los que siempre tuvieron el poder para que nadie se lo pueda arrebatar y lo imponen con violencia. La ley no la escribe el pueblo ¿Quién se puede creer eso? ¿Qué pueblo iba a crear leyes que sostienen la propiedad privada si juega en nuestra contra? Sería estúpido pensar eso.

Quedaría por explicar la injusticia suprema: la propiedad privada sobre los medios de producción, eso que tanto estudiaron Marx y Engels. Para entender qué son los “medios de producción”, basta con pensar en la tierra. Todo cuanto nos rodea, todo viene de la tierra: una mesa, un bolígrafo, un móvil,… Por lo tanto, quien se apropia de la tierra e impide que otras la puedan usar (ya que las leyes no defienden lo justo sino lo que expone un contrato, una escritura), juega con una ventaja fundamental sobre el resto ¿Y quién determina que una tierra, por ejemplo, es propiedad de alguien? ¿Qué justa ley permitió a los conquistadores apropiarse del continente americano cuando fue descubierto? ¿Acaso no habían ya nativas que poseían una pequeña parte del territorio? ¿No les pareció suficiente territorio el que no estaban poseyendo las nativas? ¿O no seria que de lo que querían apropiarse era de la tierra y de quienes las explotaran en su beneficio?

En resumen: todo sistema legal que soporte la idea de la propiedad privada de los medios de producción, es injusto y por lo tanto una contradicción. Inútil para cualquier alteración de la realidad. Nada puede cambiar dentro de ese marco que produzca justicia social si no se elimina la propiedad privada.

Pensémoslo, porque yo se que eso de la propiedad privada suena a chino (o a soviético), a una idea denostada, pero lo cierto es que no existe la más mínima posibilidad de cambio sin tocar ese tótem. Si alguna piensa que se puede obtener justicia a través de la propiedad, que por favor, se manifieste.

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